Ondas de un suave mar:
la sinfonía de Mozart.
La luz celeste, la melodía y claridad.
Definen esas notas su genio musical.
Juego insuperable de claves, violines y aires.
Programan netamente la esencia, augusta, del arte Clásico.
Digo Clásico y nombro lo Eterno, lo Perfecto.
¡Evidente!. El Espíritu Divino está en él.
La línea excelsa de sus sonidos,
exige, reclama, atención devota.
Y, sobre todo, se enciende, levita, mi alma,
en mi ambiente, al escucharlo.